julio 31, 2018

Bangkok (2/4)

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Nos levantamos a las 5:45h para hacer la excursión por los mercados más famosos de Tailandia. Al ser una zona tropical las características solares (y por lo tanto las climáticas) se mantienen bastante constantes todo el año. El amanecer ocurre hacia las 6h y el ocaso hacia las 17:30h. La vida urbana se concentra en este intérvalo temporal exceptuando, básicamente, los centros comerciales y los establecimientos de restauración tanto si son puestos callejeros como restaurantes chic.

Desayunamos bastante bien pues hay una gran variedad de viandas, reflejo de la riqueza tailandesa aunque en los hoteles suelen ser bastante internacional. Tengo un pequeño y vergonzante episodio al tirar y vaciar parcialmente una veintena de recipientes que contienen zumo de piña. Nada importante, enseguida lo limpian unos afanosos trabajadores del hotel.

Sorprende la tranquilidad con la que resuelven los conflictos, sobretodo lo hemos podido comprobar en los tuk tuk después de dos conatos de accidentes y las posteriores simples disculpas y esténtoreas risas de los conductores. En nuestro hábitat las mismas situaciones se hubieran saldado con improperios y maldiciones.

Nuestra guía que se llama igual que los mototaxis descubiertos (Tuktuk) nos recoge puntual. Joven tailandesa que aprendió nuestra lengua vernácula en Argentina y que trabaja tambien para una compañía española de energías renovables.

Hoy vamos de lujo, una furgoneta para nosotros solos con guía y chófer contratados desde Cornellà.
Se conduce por la izquierda y sin la necesidad perentoria de tener que cumplir todas las normas. Muchísimas motos (parece Barcelona) encima de las cuales van hasta familias enteras y frecuentemente sin cascos protectores. La misma conducta temeraria se da respecto al uso de cinturones o el respecto a las señales luminosas.

El Rey está por todas partes. Venerado, respetado por todas las partes gracias a su buen patrimonio histórico (seguramente un poco trasgiversado, como suele pasar...). Su cumple es una fiesta, de hecho dos porque el pasado viernes y hoy lunes han sido fiestas nacionales por este motivo. Observamos, a menudo, fotos engalanadas en carreteras, entradas de edificios... con marcos dorados y tamaño natural (o superior) del actual Rey.

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En España creo que si hiciesen lo homólogo, estarían, merecidamente, maltratadas.

Hacemos una primera parada en el mercado del tren. Seguramente muchos de vosotros lo haya visitado o conocido a través de innumerables documentales. Por suerte para nosotros la realidad supera cualquier visionado gráfico. Llegamos 20 minutos antes de que pase el tren. Un montón de comida, olores, toldos, gentío (muchos de ellos tailandeses habituales) hace descartar intuitivamente que por aquellas dos vías que hoyamos pueda pasar cualquier vehículo de ruedas férreas. Descubrimos ranas empalilladas, frutas que no conocíamos (durian, mangostino,...) y un sinfín de productos de primera necesidad. Poco a poco van viniendo turistas y de repente una agitación global hace que donde había un tapiz mercantil pase todo un señor tren que pita sin parar. Impresionante!!! Nos parece surrealista, impactante y atemporal

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Nos refrescamos gracias al aire acondicionado de la furgoneta hasta llegar a la siguiente parada. Para llegar al mercado flotante subimos a una embarcacion rápida que nos lleva por canales típicos de este zona. Hay más de 200 que hacen rememorar ciudades como Venecia o Amsterdam. Muchos de ellos se construyeron a mano y son el modus vivendi de una parte de la población Thai que residen en viviendas elevadas y con el barco a mano. El paseo resulta encantador rodeado de casas típicas, mangos, bananeros y cocoteros que nos recuerdan Brasil, algún Buda enorme y un par de lagartos gigantes de más un metro. En cada casa hay un templo de color llamativo y en miniatura en honor a Buda con la misión de espantar los malos espíritus.

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A través de los canales llegamos al mercado flotante, espectacular, puestecitos y barcos con todo tipo de productos.

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Mar y Noa cogen, en plan tourist un par de lemures que resulta enternecedores.

Gracias a la amabilidad de la guía y el chófer podemos bajar al lado del Palacio Real justo cuando empieza a llover. Tanto la cantidad de agua que desciende como la cantidad de visitantes que acuden a las colas de entrada empiezan a ser muy abundante. Ya dicen que no hay bien que por mal no venga, en nuestro caso se traduce en que atajamos las larguísimas, agrupadas y resguardadas colas y entramos en, relativamente, poco tiempo.

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Para acabar el dia, visita a la piscina de la planta 7 de nuestro hotel y un paseo por el centro comercial Siam Paragon.

Que gran día hemos vivido!

Good night!

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