El jueves 10 nos disponemos a hacer un recorrido de 150 km, aproximadamente, por carreteras que han olvidado tener más de un carril por sentido pero que nos cautivan por la belleza de los paisajes por las que transcurren. Todo más tranquilo (que ya es decir) que lo que habíamos visto hasta ahora. Bosques de árboles altísimos que hacen perder el sentido de la proporción y, en algunos momentos, cobren la carretera en túneles naturales, laderas muy inclinadas pero que no pierden tu vital tapiz verde y mullido en ningún momento, valles amplios, empapados y salvajes (poca población y pocas construcciones humanas se pueden ver). Todo un placer. Hacemos un parada cerca del lago.
Son paisajes que en nuestras latitudes serían propios de altitudes grandes, a partir de 2.500 metros pero que aquí apenas tienen 200, hábitats inhóspitos circunscritos a condiciones climatológicas duras, mucho frío y mucho viento.
Después de unos minutos, unas fotos y unas risas volvemos a la ruta con gran expectación por ver uno de los grandes atractivos de este viaje.
Llegamos al Eilian Donan Castle. Momentazo! El tiempo es desapacible por la sensación térmica pero no llueve así que hacemos la visita a su entorno y a su interior. Precioso!
Comemos en un lugar alternativo con bebida de pepino, Karma cola, chololate de chilli y otras delicias naturalistas pero con nuestros jamón, chorizo y salchichón salmantinos y una buenísima ensalada de pasta.
Proseguimos el itinerario. Vemos algunas ovejas peludas, rechonchas, características propias de la adaptación al medio adverso donde pastan, cuanto menos superficie de intercambio de calor y más protección, mejor pueden soportar las bajas temperaturas.
No vamos viendo demasiados animales por el viaje, sólo grandes cuervos, algún rapaz, tórtolas, gorriones, algún cormorán, ánades, palomas torcaces, alguna mariposa y otros pocos insectos voladores. Nos sorprendió y entristeció ver tres cervatillos en las cunetas de la carretera de Edimburgo.
Entramos a la Isla de Skey. Las montañas se han ido haciendo más altas y más verticales y las tierras más inhóspitas.
Llegamos a Sconcer desde cogemos el ferry. Sale con puntualidad inglesa, a las 17:35.
Tengo el placer (lamentablemente no compartido con el resto de compis por ser un episodio efímero y estar todos desperdigados) de ver un grupo de delfines que se cruza con nuestro ferry. Un trayecto corto, muy tranquilo, parece que el frío y el tiempo se detienen... Llegamos a la isla de Raasay donde pernoctaremos y nos sentiremos como reyes, condeses u otros miembros de la aristocracia... Os dejo unas instantáneas...
Damos un paseo por los espectaculares alrededores.
La habitación donde dormiremos está muy bien dotada. Cenamos muy en el bar-restaurante de este palacete. Un gran final para una jornada excelente.
Os dejo algunas fotos más de la jornada...
En esta última foto podéis ver al símbolo escocés y un insecto volador del género Bombus.
El cardo, esa humilde y compuesta flor es un imagen identificativa de este país agreste. Una de las leyendas que circulan es la siguiente: los vikingos deseaban estas tierras e intentaban atacar a los autóctonos en horas nocturnas y descalzos pero colocando cardos en sus entradas conseguían que sus espinas clavaran y provocarán aullidos a los temidos invasores.
Unas cervezas, un pineapple juice y a dormir.
Hasta mañana!